'Tejada la Vieja, un futuro que nunca llega' por Miguel Ángel Acosta
El pasado
verano surgió la idea de convertir el blog de Radio Luna en algo más que un
mero vehículo de comunicación acerca de la programación de la radio, de
conseguir que se transformara en un medio informativo y divulgativo de Escacena,
en un contenedor de noticias y opiniones donde se recogiera la actulidad local.
Durante estos meses la faceta informativa se ha cubierto profusamente y con
éxito. Me toca a mí el inmerecido honor de inaugurar el apartado de opinión con
la esperanza de que se convierta también en un éxito y sean muchos los
escaceneros que se sumen a esta tribuna aportando su visión sobre temas
importantes de la agenda local.
Tejada
la Vieja, un futuro que nunca llega.
El pasado mes de abril la Diputación cedió a la
Universidad de Huelva el yacimiento arqueológico de Tejada la Vieja por diez
años prorrogables a 30. Ya en mayo de 2012 la institución provincial había
cedido a la Universidad los fondos bibliográficos de su servicio de
arqueología. Incluso en la página web de la Diputación puede constatarse el
desmantelamiento de su servicio arqueológico, pues ya ni siquiera aparece en
ella información alguna sobre dicha sección o sobre los yacimientos que desde
ella se investigaron. Deshaciéndose de la gestión de un yacimiento arqueológico
que le pertenece y que, como propietaria, tiene el deber de custodiar, la
Diputación da el último paso en el desmantelamiento de un servicio de estudio y
divulgación de nuestro pasado que, desde que se creara en los primeros compases
de la década de los 80 del siglo XX, tanto prestigio había conseguido recabar.
Es el signo de los tiempos. De nada vale el trabajo desarrollado a lo largo de
más de treinta años, todo es prescindible, especialmente la cultura y el
patrimonio en estos tiempos de recortes sin fin.
Pero como toda mudanza es una oportunidad, intentaremos
mirar el lado positivo de este hecho. Las campañas de excavación en Tejada la
Vieja, que allá por los 80 se sucedían cada verano e iban sacando a la luz
aquel sorprendente patrimonio oculto por el tiempo, fueron haciéndose cada vez
más cortas y esporádicas, la conservación y difusión del yacimiento eran
discutibles cuando no directamente deficientes, la primera seguramente por la escasa
dotación presupuestaria y la segunda, la difusión, debido a muchos factores,
sobre todo por lo complicado que resultaba solicitar una visita concertada.
Quizá la Universidad, como parte de su vocación investigadora y divulgativa y
contando con la pasión de la juventud representada por sus alumnos, sea capaz
de dar un impulso, de insuflar nuevo ímpetu y nueva sabia a esa bruma de apatía
y adormecimiento que rodea a todo lo relacionado con Tejada la Vieja en los
últimos años.
Qué lejos quedan aquellos tiempos en que Tejada la Vieja
despertaba entusiasmos unánimes. Su estudio la puso en el centro del debate
sobre el mítico reino de Tartessos, un debate que parece no acabar nunca
envuelto en apasionados y constantes vaivenes interpretativos que niegan o afirman
incluso su mera existencia, poniendo el acento en los elementos de origen
fenicios o en los provenientes de la cultura local. En mitad de ese debate se
erige en su materialidad tangible esta Tejada la Vieja, estos restos
milagrosos, porque en su ruina, en su abandono temprano es donde radica su
interés. Hay otras poblaciones que seguramente tuvieron el mismo e incluso
mayor esplendor en época tartésica, pero fueron transformadas o parcialmente
destruidas por el desarrollo posterior en su propio solar; muchas de ellas
incluso siguen permaneciendo hoy día bajo los cimientos de ciudades existentes,
lo que hace muy difícil un estudio sistemático y extenso de las mismas. En este
contexto los restos de Tejada la Vieja se erigen en un legado casi único, porque
pueden excavarse y encontrarlos prácticamente tal como los dejaron sus
habitantes al abandonar la ciudad hace casi 2500 años, dando testimonio así de
un momento de la historia tan lejano y enigmático.
Pero no solo entre los investigadores despertó entusiasmo
Tejada la Vieja. Ante los propios lugareños se abría un horizonte sorprendente
al contemplar el interés que fuera de nuestra localidad despertaba aquel
yacimiento, aquel montón de piedras como lo calificaban algunos paisanos. Desde
aquel primer entusiasmo, desde las primeras especulaciones populares sobre los
innumerables visitantes que vendrían a conocer aquel cerro que guardaba, como
un cofre misterioso, los enigmas del pasado, han transcurrido ya varias
décadas. En el inconsciente colectivo se ha ido instalando la idea de que
Tejada la Vieja fue una oportunidad perdida, de que nunca reportará frutos
materiales más allá de las referencias en los libros, tan lejanos y arcanos
para el escacenero medio.
Sin embargo, a pesar del descorazonamiento popular, la
idea de dar a Tejada la Vieja una mayor difusión nunca ha desaparecido del todo
de la agenda política y cultural de Escacena. En petit comité quedan los
debates sobre la idoneidad de mostrar Tejada tal cual, en crudo, o adecuarla de
modos imaginativos, más reconstructivos o más respetuosos ; o la discusión de
si sería más conveniente construir un centro interpretativo en Escacena o a pie
de yacimiento o incluso si ese centro debería tener un contenido más local, más
centrado en Tejada la Vieja o abarcar mucho más y convertirse en un centro de
interpretación de Tejada y el mundo tartésico. Debates en cualquier caso
estériles hasta el momento, pues nada se ha hecho en estas tres décadas por
conseguir materializar esta idea. Muchas veces debido al mayor o menor interés
de los representantes políticos locales y provinciales, casi siempre asustados
por el posible costo, otras veces por la falta de entusiasmo o de ambición, el
proyecto ha ido posponiéndose sine die, anotado en la agenda etérea de las
ilusiones improbables.
Llegados a este punto y mirando a nuestro entorno político
y económico podríamos concluir fácilmente que este parece el momento menos
adecuado para que la puesta en valor de Tejada la Vieja llegue a
materializarse, este tiempo en que no hay presupuesto ni para lo básico, no se
nos figura el menos propicio para inversiones. Pero precisamente esta coyuntura
de carencias deja a la luz de un modo más claro nuestras debilidades, nuestra
dependencia económica y laboral de unos sectores concretos que pueden fallar
como un castillo de naipes y la imperiosa necesidad, por tanto, de una
diversificación en nuestra economía, en nuestra marca colectiva. Y Tejada la
Vieja no deja de ser una oportunidad nunca aprovechada que podría poner su
granito de arena en esa diversificación de la oferta laboral y cultural
escacenera y contribuir de un modo importante a que la marca Escacena
consiga un prestigio que le abra otras posibilidades de futuro. Este es por
tanto el momento en que con más entusiasmo deberíamos trabajar por un proyecto
ambicioso pero posible.
Y precisamente ahora surgen voces que insisten en ese
discurso. El pasado mes de Septiembre, Pablo Guisande era nombrado como nuevo
director del museo de Huelva y entre sus primeras declaraciones insistía en la
necesidad abrir la cultura a la sociedad y de poner en valor lo propio, por
todo ello proponía: potenciar la imagen de este
espacio como servicio público ante la sociedad onubense y sus visitantes, así
como el apoyo a la creación de nuevos espacios museográficos y la musealización
futura de yacimientos arqueológicos y monumentos. Uno de los yacimientos que mencionaba era precisamente el
que nos ocupa, Tejada la Vieja. Esperemos que gracias a la gestión de la
Universidad y con el apoyo de instituciones tan relevantes como el Museo de
Huelva se consiga algún día poner en valor nuestro patrimonio tartésico, pero
para ello será imprescindible no solo la implicación, sino la iniciativa
entusiasta del Ayuntamiento y la sociedad escacenera.
Miguel Ángel Acosta Delgado.
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